Cuando una relación entre dos personas que comparten vivienda finaliza, es bastante habitual que una de las partes quiera vender cuanto antes la casa para compartir las ganancias, mientras que la otra se niegue en redondo. ¿Qué se puede hacer llegados a este punto? En la entrada de hoy hablaremos sobre el tema y os mostraremos todas las claves para desprenderse de una propiedad que compartes con tu expareja.
Evita las confrontaciones
No todas las relaciones acaban de forma amistosa. Esto puede llevar a situaciones muy desagradables, donde alguien que realmente no quiere quedarse con la casa se empecina simplemente para molestar al otro. Podemos encontrar casos donde la anterior pareja se niega a pesar de que el inmueble esté desocupado. Por lo tanto, el primer paso es intentar mantener una relación de máxima concordia para lograr nuestros objetivos, ya que las confrontaciones pueden complicar en gran medida las cosas.
Motivos para negarse a vender
En la mayoría de los casos, la casa es la residencia habitual de la expareja debido a que no tiene otro sitio donde vivir. Además, sus limitaciones económicas le impiden comprar la otra mitad de la propiedad del piso. Otras veces, simplemente ambas partes no son capaces de llegar a un acuerdo sobre el precio de venta.
Hay que mencionar que, si el matrimonio tenía hijos menores en común, la casa quedará en manos de la parte que tenga la custodia de los mismos, hasta que éstos dispongan de independencia económica.
¿Cómo solucionar el problema?
Lo más sencillo sería que tu ex comprase su parte proporcional del inmueble, pero vamos a partir de la base de que esto no es posible. Imaginemos que está motivado por temas personales más que económicos y que, pese a todos los intentos de acercamiento, no has conseguido pactar una solución amistosa. ¿Qué hacer?
Apura todas las opciones de diálogo
Vuelve a hablar con tu ex. Explícale la necesidad de liquidar la propiedad, especialmente si todavía tiene una hipoteca vigente que hay que abonar todos los meses. La ventaja de que cada uno dispondrá de dinero en efectivo para rehacer sus vidas y no causar más problemas a los hijos si los hubiera. Hay que intentarlo siempre, ya que la mejor forma de solucionar esta situación es en base a un acuerdo.
Cuando todo falla
Siguiendo con nuestro ejemplo, hemos intentado dialogar durante mucho tiempo y no hemos obtenido resultados. Llegados a este punto, no nos quedaría otra que proceder a la venta sin el consentimiento del otro titular, opción que está recogida en nuestro código legal.
En la actualidad, han proliferado las empresas especializadas en la compra de proindivisos, que posiblemente sean la alternativa más sencilla. Sin embargo, si hay una hipoteca vigente asociada a la propiedad, casi ninguna entidad va a querer hacerse cargo de ella. Y claro, el importe ofrecido girará en torno al 40% o el 60% del valor real de la propiedad.
Y como último recurso tenemos la venta judicial, que es un proceso muy largo, caro y complicado. La vivienda es puesta a la venta en una subasta pública y no tendremos ningún control sobre el precio final, por lo que si existe una hipoteca vigente y el valor no alcanza para saldarla, tendremos que seguir pagándola.